La tercera: El arquitecto detrás del mall
Rodolfo Miani tenía 24 años cuando llevó del papel al cemento un centro comercial de 30 mil m2 en Buenos Aires. En las dos décadas siguientes, se ha dedicado a proyectar aeropuertos, hoteles, centros de esquí y obras de millones de dólares en ciudades tan disímiles como Guayaquil, Miami o Santiago. Desde hace 10 días, uno de sus proyectos -el mall de Castro- está en el centro de la polémica. El jueves pasado debió venir de urgencia a Chile, por menos de 12 horas. Ni se apareció por Chiloé.
Llegó canchero.
Rodolfo Miani (45) entró sonriendo a la Municipalidad de Castro. Acompañado por otros tres arquitectos, con quienes esa misma mañana había viajado desde Santiago, se presentó como el nuevo responsable de los planos del futuro centro comercial de la ciudad.
-Tenemos mucha experiencia en la materia -le dijo, con voz segura, a María Luisa Cifuentes, directora de Obras del municipio-. Hemos construido centros comerciales en Santiago y otros países del mundo.
En una oficina muy diferente a las que Miani suele diseñar -de tres por tres metros, paredes enchapadas en madera y sólo una pequeña ventana con vista a un muro gris-, explicó las modificaciones que la constructora Pasmar le había encargado sobre los planos originales que habían sido presentados cerca de ocho meses antes. Se trató de una conversación protocolar, de carácter más bien técnico, en la que Miani dijo estar disponible para responder a todas las dudas de María Luisa Cifuentes.
Después de una hora, Miani se levantó de su silla y se puso su impermeable. Mirándola a los ojos, a través de sus refinados anteojos acerados de monturas redondas, le dijo a la directora de Obras:
-No se preocupe. No va a haber problemas.
Eran las 3 y media de la tarde del miércoles 25 de agosto de 2010. Desde ese instante, cuando Rodolfo Miani salió por la puerta enfundado en su impermeable para la lluvia, nunca más volvió a aparecer en Castro.
Logró lo que muy pocos han hecho a esa edad.
Rodolfo Miani tenía apenas 24 años cuando convirtió una fábrica de hielo abandonada del tradicional barrio de Belgrano en un reluciente mall. Esa, El Solar de la Abadía Shopping, fue su primera obra y, desde el día de su inauguración, en 1995, trazó para siempre el futuro profesional de Miani y de sus dos mejores amigos de la facultad -Martín Bodas y Alejandro Anger-, con los que ya lleva 20 años dedicado a delinear proyectos de varios millones de dólares.
Las oficinas de BMA Estudio -Bodas, Miani y Anger- funcionan en una antigua casa de estilo neoclásico, cuidadosamente restaurada, en el barrio de Palermo. Siempre de chaqueta negra o de tweed y de impecable camisa planchada, Rodolfo Miani suele ser el primero de los socios en llegar cada mañana al estudio. Y el último en irse por las noches.
Todo eso pasa, por supuesto, cuando está en Buenos Aires, porque desde hace una década, Miani viaja casi todas las semanas fuera de Argentina para supervisar sus proyectos. Antes de concretar obras en el extranjero, Miani diseñó más centros comerciales en distintas ciudades de Argentina, como Bahía Blanca o Mendoza. Levantó también hoteles y casinos en balnearios como Pinamar. Construyó un aeropuerto en la apacible provincia de San Luis y, en 2002, su oficina se consolidó de manera definitiva cuando planeó la remodelación del Aeroparque Jorge Newbery de Buenos Aires.
Más allá de agradar sólo a sus clientes, esa obra le dio a Miani el reconocimiento de algunos de los arquitectos argentinos contemporáneos más importantes. Entre ellos, Martin Fourcade, responsable de otras obras tan emblemáticas como el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), quien al teléfono asegura que BMA Estudio está entre las mejores cinco oficinas de arquitectos de Argentina.
Tal vez fue por su carácter serio. O por su forma de hablar serena. Quizá porque siempre parece que está pensando cosas importantes. En fin, nadie sabe bien por qué ni cómo Miani se convirtió en el líder de la oficina. El único hecho claro es que fue él quien, a fines de los 90, decidió que el estudio debía comenzar a probar suerte más allá de las fronteras.
Aburrido de los concursos públicos -en los que hasta hoy no cree- y de manera visionaria, anticipándose en un par de años a la gran crisis económica argentina de 2002 , un día del año 2000 Miani les dijo a sus socios que la única alternativa para que el estudio creciera era internacionalizarse. Ahora, a 10 años de eso, la mitad de los planos que se dibujan en las oficinas de Palermo se materializa a miles de kilómetros: resorts en Panamá, remodelaciones en el centro histórico de Montenegro, condominios en Miami, un aeropuerto en Guayaquil, un centro de esquí en las montañas de Bulgaria o el hoy polémico centro comercial en Castro, proyecto de 27 millones de dólares que desde hace 10 días tiene a Miani desconcentrado y contestando en su celular sólo las llamadas de los números que tiene registrados.
En una de las pocas entrevistas extensas que ha dado, después de exponer sus trabajos en el Museo Nacional de Buenos Aires, hace seis años Miani apareció en La Nación de Buenos Aires comentando su carrera marcada por las obras a gran escala. En esa entrevista reconocía a su compatriota César Pelli -responsable del World Financial Center en Nueva York, las Torres Petronas en Kuala Lumpur y de la Torre de Costanera Center en Santiago- como su gran referente. "La única arquitectura que vale es la que se hace, no la que queda en el papel; por suerte nuestro estudio sí pudo salir del papel", decía entonces. Hoy, según registra la página web de la oficina, tienen más de 100 proyectos concretados alrededor del mundo.
La idea fue del empresario chileno Jorge Gálmez: un gran espacio que reuniera sólo tiendas de artículos deportivos. Y fue el mismo Gálmez quien pensó que la persona indicada para concretar la idea era un joven arquitecto argentino, famoso por hacer centros comerciales.
Inaugurado en noviembre de 2004, el Mall Sport de Avenida Las Condes fue la primera obra de Rodolfo Miani en Santiago, ciudad que desde esa época se convirtió en su centro de operaciones más importante fuera de Argentina.
Aunque todos los meses Miani viaja a Chile, muy pocas veces se aparece por las oficinas que BMA tiene en el pasaje Alonso de Monroy, casi en la esquina con Alonso de Córdova. Viene siempre contra el tiempo, pues la mayoría de las veces viaja por el día y va directo desde el aeropuerto a las reuniones, en las oficinas de las empresas que le han encargado proyectos: el Boulevard del Parque Arauco, el casino de Puerto Varas, el mall de Concepción.
El poco tiempo libre que le sobra en Santiago lo pasa en el estudio de su socio chileno, el decorador Sergio Echeverría; a quien ha pedido ayuda en el desarrollo de un proyecto recién aprobado en su fase inicial por la Municipalidad de Las Condes: un hotel y edificios de departamentos en el Club de Golf Los Leones.
Pero hoy la cabeza y las preocupaciones de Miani no están en ese proyecto, sino que a exactos 1.200 kilómetros más al sur. Todo empezó hace 10 días, con una foto del mall que él proyectó en Castro, que se colgó en las redes sociales y se convirtió en el tema de moda. Las críticas apuntaban a que el edificio, ubicado en un lugar vistoso a escasos metros de la catedral, sencillamente no tenía nada que ver con la arquitectura de la ciudad. Luego, el tema saltó a los noticieros de televisión y a los diarios, y más tarde se supo que además se está construyendo algo distinto a los planos acordados, pese a las órdenes de paralización que no han sido cumplidas por la constructora.
Frente a ese escenario, Miani viajó el jueves recién pasado a Chile. Acompañado por uno de sus socios argentinos, salió caminando a paso tranquilo del aeropuerto de Pudahuel, a las 10.20 de la mañana. De manera amable, tras ser abordado por este medio, se excusó de hacer declaraciones, pues antes, dijo, debía hablar con los ejecutivos de Pasmar. "Escríbame un mail a las 3 de la tarde y vemos qué pasa", dijo antes de alejarse y subir a un auto que lo llevaría primero a la oficina de Sergio Echeverría, en la calle Enrique Foster, y luego, a las 13.00, a las oficinas de Pasmar, en el piso 10 del edificio en la esquina de Apoquindo con Gertrudis Echeñique.
A puerta cerrada, Miani habló una hora con el dueño de la empresa, Jacob Mosa. A la salida, respondió un e-mail, excusándose otra vez de hablar: "Por favor llame a la gente de Pasmar, ellos seguirán el tema".
A las 21.00, su avión despegó con rumbo a Buenos Aires.